jueves, 23 de abril de 2015

Francisco de Quevedo


Francisco Gómez De Quevedo y Villegas

 
 
 
 
Francisco Gómez de Quevedo y Villegas, hijo de Pedro Gómez de Quevedo y Villegas y de María Santibáñez, nació en Madrid el 17 de septiembre de 1580 en el seno de una familia de la aristocracia cortesana.

Fue un escritor español del Siglo de Oro y uno de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española y es especialmente conocido por su obra poética, aunque también escribió obras narrativas y obras dramáticas.

Ostentó los títulos de señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago.

En Madrid cursó sus primeros estudios en el Colegio Imperial de los jesuitas, y después en la prestigiosa universidad de Alcalá de Henares y finalmente  cursó estudios de teología en la Universidad de Valladolid.

Hombre de acción envuelto en las intrigas más importantes de su tiempo, era docto en teología y conocedor de las lenguas hebrea, griega, latina y modernas. Destacaba por su gran cultura y por la acidez de sus críticas.
Enemigo personal y literario del Luis de Góngora, el otro gran poeta barroco español, al que le lanzó numerosos pullas en forma de versos (Érase un hombre a una nariz pegado, Contra Don Luis de Góngora y su poesía…)

Su obra literaria es inmensa y contradictoria. Hombre muy culto, amargado, agudo, cortesano, escribió las páginas burlescas y satíricas más brillantes y populares de la literatura española, pero también una obra lírica de gran altura y unos textos morales y políticos de gran profundidad intelectual, que le hace ser el principal representante del barroco español.
Su obra está entroncada con su forma de vida: desenvuelta y alegre en las sátiras de su juventud —letrillas burlescas y satíricas como Poderoso caballero es don Dinero— es el Quevedo más conocido y popular.

En su poesía amorosa, Quevedo vio una posibilidad de explorar el amor como lo que da sentido a la vida y al mundo, ejemplo de ello es el soneto Cerrar podrá mis ojos la postrera... que es uno de los sonetos más bellos de las letras españolas, en el cual la muerte no vence al amor.

De su prolífica obra en verso, se conservan casi 900 poemas. De su prosa cabe señalar: La vida del Buscón llamado don Pablos, Política de Dios y gobierno de Cristo, Vida de Marco Bruto, Los sueños y  Los nombres de Cristo.

En 1613 Quevedo acompañó al duque de Osuna a Sicilia como secretario de Estado, y participó como agente secreto en peligrosas intrigas diplomáticas entre las repúblicas italianas. Acusado, parece que falsamente, de haber participado en la conjuración de Venecia fue condenado a la pena de destierro en su posesión de Torre de Juan Abad (Ciudad Real).
Sin embargo, pronto recobró la confianza real con la ascensión al poder del conde-duque de Olivares, quien se convirtió en su protector y le distinguió con el título honorífico de secretario real. Pese a ello, Quevedo volvió a poner en peligro su estatus político al mantener su oposición a la elección de Santa Teresa como patrona de España, lo cual le valió, en 1628, un nuevo destierro, esta vez en el convento de San Marcos de León.
Pero no tardó en volver a la corte y continuar con su actividad política, con vistas a la cual se casó, en 1634, con Esperanza de Mendoza, una viuda de quien se separó poco tiempo después.
 Problemas de corrupción en el entorno del conde-duque provocaron que éste empezara a desconfiar de Quevedo, y en 1639 fue encarcelado en el convento de San Marcos, donde permaneció, en una minúscula celda, hasta 1643. Cuando salió en libertad, ya con la salud muy quebrantada, se retiró definitivamente a Torre de Juan Abad.
El 8 de septiembre de 1645 falleció en el convento de los padres dominicanos de Villanueva de los Infantes tras escribir en su última carta que «hay cosas que sólo son un nombre y una figura».

Quevedo y sus obras fueron una de las figuras más complejas e importantes del Siglo de Oro y dejaron huella en la literatura española. 
 
 
 

Anécdotas:

Quevedo es conocido por su ingenio que demostraba tanto en sus obras como en su vida cotidiana. Famosas eran sus disputas con Góngora en la que se insultaban con ingenio e ironía.
Quizás la anécdota más famosa fue la que involucra a la reina. Los amigos apostaron a que Quevedo no era capaz decirle a la reina Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV, que sufría una cojera. A esto Quevedo dijo que era capaz de decírselo en la cara sin que se enfadase. Al parecer, la apuesta aumentó de cantidad ya que según dicen "Mil dineros pusieron sobre la mugrienta mesa y si Quevedo ganaba, recibiría otros mil del Marqués de Calatrava".
Allá fue, pues, nuestro ínclito personaje a cumplir su apuesta:
Llegado el día decidido se presentó Quevedo ante la soberana portando en su diestra una rosa y un clavel en la siniestra.
Ahí estaba toda la corte reunida y ante público tan noble, a modo de testigos, mostró ambas flores a la reina para que admirara su textura y gozara de su aroma y entonces haciendo una reverencia le declaró:
"Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja"


 

Selección de textos:

"Poderoso caballero es Don Dinero"
 
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
                          
                      -Francisco de Quevedo y Villegas.
 
 
 
 
-Quien no hurta en el mundo, no vive. ¿Por qué piensas que los alguaciles y jueces nos aborrecen tanto? Unas veces nos destierran, otras nos azotan y otras nos cuelgan..., no lo puedo decir sin lágrimas (lloraba como un niño el buen viejo, acordándose de las que le habían batanado las costillas). Porque no querrían que donde están hubiese otros ladrones sino ellos y sus ministros. Mas de todo nos libró la buena astucia.
                                                        
                                         -Fragmento de La vida del buscón, Francisco de Quevedo.

 

Selección de imágenes:

(Imagen de: https://www.youtube.com/watch?v=80hTcq-cydo)
 
  (Imagen de: insulabaranaria.wordpress.com)                                 
                                                
 
 
 
 
Fuentes consultadas:

 

 
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